Jacob había estado insistiendo en salir a bailar una canción conmigo, ya que apenas habíamos pasado tiempo juntos esta noche, pero rechacé su propuesta y le animé a que sacara a Leah, que parecía aburrida con una cerveza en la mano y sentada, o más bien desparramada en su silla. Finalmente me hizo caso y salieron a bailar, me dediqué a observarlos, hacían buena pareja, sus caracteres eran similares: despreocupados, alegres y algo irónicos de vez en cuando y parecían llevarse muy bien, tenían una gran complicidad. Podría jurar que estos dos han tenido algo en el pasado… y ese hecho no me molestaba para nada
-Estás muy callada – dijo la melodiosa y aterciopelada voz de Edward en mi oído – ¿te ocurre algo?
Me sobresalté levemente, me había pillado desprevenida y no esperaba su cercanía.
-No, todo está bien – me limité a decir
-Pues no lo parece – rebatió – dime que va mal
-Nada, yo… no… yo tengo demasiadas cosas que solucionar y no sé ni por dónde empezar
-Y eso te tiene triste – concluyó – Bella, mi intención no ha sido agobiarte, ni forzarte a nada. Las cartas están sobre la mesa, tú sabes lo que siento y eso no va a cambiar, voy a estar esperando por ti. Tómatelo con calma, ahora todo depende de lo que tú decidas hacer y para eso hay que tener tiempo. Esperaré lo que haga falta
Lo miré asombrada, estaba diciéndome que me iba a esperar, que me lo tomara con calma pero ese era el problema… ¡Yo no quería tomármelo con calma! ¡Yo quería solucionar todo de una vez y eliminar los problemas de un plumazo! Pero, ¿cómo?
Edward se separó de mí para ir a pedir otra bebida, dejándome sumida en mis pensamientos. No estaba a gusto, no podía pensar con claridad en este lugar, con tanta gente y tanto ruido a mi alrededor, con uno de mis mayores tormentos rondando cerca de mí, estaba agobiada. Jacob lo notó y se aproximó a hablar conmigo
-¿Te encuentras bien? – hice una mueca extraña – ¿quieres que nos vayamos a casa?
-Si, por favor – medio rogué
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